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Carlos Henrique Raposo, el futbolista que nunca jugó al fútbol

Se trata de un ex delantero brasileño que escribió su nombre en la historia de una manera poco convencional: estuvo 20 años en el fútbol profesional y nunca disputó un partido oficial en ninguno de los clubes en los que estuvo a lo largo de su carrera. Increíble, pero cierto.
Apodado el Kaiser por su parecido con Franz Beckenbauer, Raposo odiaba el fútbol y no tenía ningún talento especial. Solo quería tener la vida de los futbolistas, por lo que se valió de su carisma para convencer a los clubes de ficharlo sin haberlo visto en la cancha.

La mentira comenzó en 1986, cuando Raposo dijo que había sido campeón de Copa Libertadores con Independiente, haciéndose pasar por el argentino Carlos Alberto Enrique. Luego convenció a Mauricio De Oliveira, un referente de Botafogo, para que fuera su representante.
Fue así como el Fogao fichó al Kaiser. Todos pensaron que se trataba de un campeón continental, por lo que las expectativas eran sumamente altas. Y como evidentemente no podía mostrar el talento que no tenía, apeló a una estrategia que le resultó útil: fingir lesiones.

«Iba a los entrenamientos y a los pocos minutos de ejercicios me tocaba el muslo o la pantorrilla y pedía ir a la enfermería. Durante 20 días estaba lesionado. En esa época no existía la resonancia magnética», reconoció el propio Raposo varios años después.
Registró pasos en Puebla de México y El Paso Patriots de la Premier Devolpment League de EE.UU, pero el momento clave de su carrera llegó en su retorno a Brasil, jugando para el Bangú. En un partido que su equipo perdía, el entrenador le dijo que se levantara a calentar porque iba a entrar de cambio. La mentira estuvo a nada de llegar a su fin, pero en ese momento se le ocurrió una insólita idea.
«Comencé a calentar y vi que algunos hinchas estaban insultando al equipo de atrás del alambrado. Salté el cerco y fui a pelearme con ellos. Me expulsaron antes de entrar», recordó el Kaiser sobre aquel momento en el que iba a estrenarse en un escenario adverso.

Ya sobre el final de su carrera dio el salto a Europa, concretamente a Francia, donde fue fichado por el Ajaccio. Cuando el conjunto galo estaba esperando por su debut, fingió estar desgarrado y continuó con la farsa, misma que llevó hasta los 38 años cuando anunció su retiro.
«No me arrepiento de nada. Los clubes engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse de ellos», dijo quien no tenía ninguna habilidad con el balón, pero sí un talento que fue desarrollando para gambetear las amenazas del debut. Se marchó invicto, como lo soñó.

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